Por: Edmundo Yosail Villanueva Serrano
Un presagio
A mediados de
enero, viajé de Huancayo a Lima, era la primera vez pero no para conocer la
playa o pasearme por la costa, tenía que visitar a un doctor que me habían
recomendado, Dr. Medina Rubio, neurólogo, es lo que recuerdo. Sentado en la
sala de espera de la clínica observaba a algunos pacientes, gente alta, blanca
y muy bien vestida. Después de un rato nos hicieron pasar, buenas tardes
doctor, buenas tardes respondió. Somos de Huancayo, tenemos un caso, y no
sabemos que lo está ocasionando; mostramos las placas y tomografías, las tomó y
se pasó un rato viéndolas y balbuceando palabras muy técnicas.
─El bajo nivel de
hemoglobina no es normal, además el daño en la columna no es natural, examen
general de todo el cuerpo, eso es todo.
Ah, sí. El cáncer.
A decir verdad, no
tengo idea como pudo haberse iniciado, solo lo comprendí el día que lo
desahuciaron, el día en que la idea de familia feliz quedó rota. Recuerdo bien
ese día, volví muy cansado de las prácticas en la municipalidad de Pichari en
el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), calor sofocante a las 2
de la tarde, cuando crucé la puerta alcancé oír unos sollozos, eran los de mi
hermana, que al instante se convirtieron en silencio absoluto.
─Acaban de
llamarme, papá tiene cáncer.
No pasó nada,
absolutamente nada. Creí que habría un sonido de fondo, una tormenta
iniciándose con truenos a motón, tal vez sí, un pájaro cantando
melancólicamente, mi mente se quedó paralizado, el cáncer, repetí en mi mente.
Todo se había enfriado, ese calor sofocante había desaparecido, pensé en
palabras como quimioterapia, cirugía, dolor, desahuciado y por último
inevitable muerte, todo eso en menos de un segundo. Es cáncer terminal, todo
inició en su pulmón, ya no podemos hacer nada solo darle calidad de vida mientras
esté con nosotros, dijo.
El cáncer más que
destruirte, destruye a los que te rodean.
─ ¿Aló papá?
A la distancia, sentía
la soledad muy profunda, no estuve allí, cuando el cáncer empezó a consumirlo
por dentro y finalmente por fuera. Uno no tiene idea de ese dolor, hasta que lo
vive o lo comparte, verlo no poder caminar, el duro trabajo que hace para poder retener algún alimento en el
estómago y sobre todo el inmenso dolor físico que siente. La última vez que
hablé con papá, estaba bajo el efecto de sedantes para controlar el dolor del
pecho, entre sus delirios escuché que me llamaba, pero no por mi nombre, tal
vez lo había olvidado.
Mientras lo oía,
pensaba en él y en los años que había vivido, su infancia que siempre me
contaba, la etapa cuando sobrevivió el terrorismo en Ayacucho, en todo menos en
lo que realmente pasaba.
─ ¿Sí, quién
habla? ─Volvió a decir por tercera vez.
Adiós papá.
A veces me
preguntan si lloré cuando se fue, sinceramente no. No, mucho más que lágrimas,
lo que salió de mí fue una parte de mi alma, ahora que lo pienso, creo que se
fue mi bondad y mi fragilidad, mi sentimentalismo y mi pena. El día que se fue
estaba trabajando bajo el sol de media tarde, pensando en el momento de recibir
la noticia de que se curó y que está bien, pero de nuevo nada de eso ocurrió.
Dos y media de la tarde, sonó mi teléfono, un mensaje breve pero que decía todo
lo que no quería saber “papá ha fallecido, a las dos de la tarde”. Uno nunca
piensa en cómo va recibir una noticia así, te aferras a la esperanza, esperas
un milagro, piensas en una salida al problema. Es difícil describir ese
momento, no me salió ninguna lágrima, pero me llenó la soledad, el silencio, la
oscuridad y otra vez volví a ser niño, jugando en los brazos de mi papá diciéndome
que quería verme feliz y que nunca estaría lejos de mí.
La última vez que
lo vi
Ha pasado tiempo,
pero parece ayer cuando se fue de nuestras vidas. Una profunda tristeza y
llanto formaron parte de la despedida. Verlo entrar en
ese lugar donde descansará para siempre, aún me conmueve de solo recordar, fue
el primero en irse. La última vez que vi su rostro, ya no me
sentí triste, parecía dormido, un gesto de tranquilidad lo cubría.
Siempre
estará conmigo en mis pensamientos, y nunca lo voy a olvidar porque en la
primera memoria que tengo de mi vida, es mi papá.